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Okuma es una obra interdisciplinaria que vincula a las artes circenses con el dibujo performativo, proponiendo un viaje que desborde la noción de lugares de partida y de llegada. La escena se desarrolla en una pista 360° con un formato circular. En el suelo se despliega un lienzo de papel blanco y en el centro un trapecio colgado a un punto. En el transcurso de la escena, se irá creando un mural con trazos negros hechos desde el cuerpo, y estos trazos seguirán la espiral hacia el trapecio, dibujando el aire con todas las extremidades del cuerpo. A su vez, esta investigación propone la desjerarquización del movimiento, cuestionando la división entre trucos y transiciones.
Esta obra fue el Trabajo Final Integrador de la Lic. de Artes Escénicas con focalización en Circo de la UNSAM.
Tutoreada por Camila Losada y co-tutoreada por Victoria Larrambebere.
Registro visual por Ocasime.
¿Cómo determinar dónde y cuándo comienza una investigación? La forma rizomática y transversal que toma un proyecto artístico con los meses de inmersión hace difícil la tarea. Sin embargo, lanzo una apuesta. Este TFI nace, por partes iguales, de la frustración y el deseo. La frustración de no encajar en ciertas lógicas de las artes circenses y el deseo de crear una propuesta artística que (me)(nos) habilite a pensar y crear desde los bordes y singularidades que cada unx tiene.
Una de las herramientas exploratorias y compositivas fue la utilización del trapecio como punto de apoyo por las diferentes zonas corporales para aumentar la espiral de ese compás humano que se producía cuando trasladaba al trapecio fuera de su eje. El juego de la modificación mínima de los puntos de apoyo simétricos producen una inercia que automáticamente deviene en una espiral. Y desde ahí: diversas potencialidades. Dejar que el trapecio dibuje su recorrido, redireccionar la espiral o frenarlo para volver a arrancar desde otro punto.
El movimiento y la palabra constituyen parte de mi universo diario. Sin embargo, previo a esta investigación, estas prácticas habían sido realizadas de maneras aisladas. Una pregunta motora, entonces, fue: ¿puedo construir una partitura kinético-visual donde el movimiento y la huella dejada por la tinta en el suelo formen parte de un mismo trazo?
Por otra parte, me interesaba ver qué pasaba al ofrecer mi material de dibujo a quienes estén viendo. Tomé de referencia a Lohrum, quien realiza obras performativas construyendo consignas y dejando el espacio para que la obra se realice, en muchas ocasiones, sin ella.
Me interesa la performance desde el lugar de entrega, de ofrecimiento. Tener tan cerca al público es una decisión para generar un clima de intimidad al compartir este trabajo, y achicar la distancia entre quien hace y quien recibe.
Si tuviera que ponerlo en porcentajes considero que el proceso creativo tuvo un tiempo de 80% de improvisación y un 20% de composición. La composición consistió en crear un recorrido abierto, pasajes posibles con permiso de quedarme o descubrir algo allí en cada pasada que hiciera. Para que la secuencia no sea una coreografía, sino algo vivo. Siento que es eso: no deseo en escena mostrar únicamente lo que encontré a nivel morfológico, sino este estado de poder tomar lo que sucede como parte del dibujo. No hay líneas mejores que otras. Y quizá si nos permitimos colorear fuera de las líneas aparezcan otros paisajes, otras partituras.
La única manera de ganar esta carrera es abandonarla fue la frase que me surgió durante el proceso. Abandonar la prisa por ser mejor trapecista. Abandonar el apuro de que salga el truco. Abandonar la idea de que yendo más rápido voy a llegar más lejos. Abandonando la ideología de que lejos es lo deseado. Dejando de perseguir un más allá, y buscando quedarme más acá. Me encontré buscando amplificar mi voz-cuerpo y construir escena desde un lugar que intente abrir agujeros en la trama de la lógica productiva que nos lleva a un constante hacer-producir en el espacio.